jueves, 19 de enero de 2012

CRÓNICA N.8

                                          LOS PICOTEOS
     

La gente de  mi pueblo siempre fue muy  fiestera, durante nuestra época de secundaria era habitual la realización de fiestas los fines de semana, especialmente los sábados. Solían efectuarse en casas de familia donde por lo general, moraban muchachas bonitas y bailadoras. Las organizadoras se empeñaban en un ajetreo que comenzaba desde la semana anterior al evento y  así se convertían en una especie de productoras y animadoras, moviendo toda clase de preparativos para hacer un picoteo que superara en calidad y alegría al que otro grupo había celebrado apenas unos quince o veintidós días atrás. Se empeñaban, digo, en una carrera para que todo saliera bien: hacían la lista de invitados, fijaban la cuota de contribución que por lo general era de un  fuerte , cinco Bolívares , de los de antes y se daban a la ardua tarea de cobrarle a los futuros participantes; una vez contabilizado el dinero recaudado, se  iniciaba lo que podríamos llamar la segunda fase de  producción: decidir las bebidas a consumir y los pasapalos  para matizar, regularmente se brindaba con  guarapita, una  suerte de coctel donde se mezclaba ron, del barato, por supuesto, con refresco de cola y muchos limones que nadaban en aquel líquido; la parte gastronómica, se traducía en sanduches elaborados  en galletas de soda, rellenos de una crema  a base de diablitos y  mantequilla y en algunos casos, los menos, sándwich express o picanesa. Había sus variantes, cuando las organizadoras querían ofrecer algo más sofisticado, aumentaban en algo la cuota y servían algunos cocteles más  finos, repartían trocitos de queso amarillo, presentados en palillos  insertados en grape fruit   y en casos muy especiales los llamados ojos de buey.
El motivo de la celebración, las más de la ocasiones, no era importante,  simplemente ganas de bailar, de tomar algo, en fin,  de pasarla bien; claro en algunos casos había de por medio el inicio de algún romance juvenil y se aprovechaba la reunión para que la pareja en ciernes, profundizara en su idilio.
Ah, casi olvido lo primordial, el por qué del nombre picoteo: la  música ,  grabada al principio en discos de pasta de 78 r.p.m. , luego en 45  r.p.m  y finalmente con la aparición de los  L.P., era reproducida en aparatos de sonido conocidos como Pick Up y que todo el mundo llamó sencillamente: el picó. De ahí el nombre, fiesta con  picó igual picoteo. Cuánta  Billo’s;  cuánta  Sonora Matancera; cuánto Chucho Sanoja; cuánto  merengue de Xavier Cugat; cuántos Melódicos, nos hicieron  disfrutar en aquellas recordadas salas  donde los hermanos menores de la niña de la casa rociaban los pisos con  talco para que los bailadores demostrarán habilidad y agilidad haciendo los nuevos pasos y las  figuras  de moda.
Sirva este momento para recordar a uno de los mejores bailadores que he conocido: Antonio Moreno, Cascarita, gran personaje, amigo, infaltable en picoteo bueno.
Los  colao’s  no faltaron, pero es historia muy conocida, los hubo y de los buenos, nunca pagaron, siempre entraron  y bailaron y generalmente eran quienes levaban encaletada su  carterita o su botella para brindar copiosamente, salud a ellos.
No puedo terminar este recuerdo sin hacer un humilde homenaje, con el debido respeto, a una dama quien permitió generosa los salones de su casa en la Victoria para muchos y muy buenos  picoteos, Doña Ángela Bastos, elegantísima, excelente anfitriona, toda una  señora del buen hacer social y la alegría. Gracias a ella y otras damas, hoy algunos podemos decir en criollo…Quién me quita lo bailao’…

martes, 17 de enero de 2012

CRÓNICA N. 7

                                        LAS CASAS

Aunque la arquitectura de la ciudad hacia finales de los años cuarenta aún estaba signada por casas de cierto estilo rural, con construcciones de  techos de dos aguas y de y de media agua, grandes corredores con muchas columnas, patios enladrillados, pisos de ladrillos y algunos de mosaicos decorados con motivos geométricos, hermosos y tranquilos jardines con grutas de piedras, no había un denominador común  que marcara una tendencia definitiva,  no  obstante    hubo en Rubio, casas y edificaciones, espero existan todavía, que aguzaron mi sentido de la observación por las cosas fuera de lo común. Reseñaré acá sólo algunas  que por una u otra razón ocupaban mi atención.
    En primer lugar la casa de los fundadores del pueblo o  Casa del Haltillo  Ubicada al final de la pequeña colina que coronaba la calle mayor deSan Diego o La Yegüera. Una edificación de dos plantas con balcones y gran patio interior, en una época fue el asiento de la Guardia Nacional. Luego fue la sede de la entonces bisoña escuela normalGervasio Rubio.
    Otra edificación, importante para mí, es el, local delSalón deLectura , inaugurado en 1944. De altos techos de madera, fuertes columnas, hermosos pisos de mosaicos,  jardines internos laterales, salas con sus estanterías de libros. Una especie de Ateneo. En su pequeño auditorio de espesos cortinajes, un día nos asomamos a la actuación interpretando la jocosa comedia La Perra. Nuestras parientas y amigas adolescentes bailaronEl Vals de Las Patinadorsas y El Danubio Azul en recordadas coreografías. Pido a Dios se conserve y se le dé el cuidado merecido.
Residencias  particulares con una línea arquitectónica bastante similar las pertenecientes a las familias de la señorita Eloína  Alarcón, don Juan José Alarcón y Don Leonardo Alarcón: zaguanes decorados con mosaicos vidriados, contra-portones con cristales de colores, altas ventanas, jardines internos, salas de música y caballerizas.
    Asimismo llamaban mi atención La Casa del Abanico, perteneciente a un acaudalado empresario. ocupaba media manzana. Su blanca fachada con grandes ventanas y puertas lujosamente adornadas con molduras. Hoy creo es un centro comercial.
    Estaba también la casa de Don Julián Lagos. Llamaba la atención por su característica especial. Construida sobre una especie de cerrillo, los hábiles maestros de obra, aprovecharon la topografía para edificarla sobre una gran muralla de piedra, coronada por enormes corredores, sostenidos por columnas donde  asomaban risueñas las numerosas hijas de aquel señor.
    De igual manera y pido al cielo se conserven en buen estado. Dos casas, pertenecientes a un médico cirujano educado en Alemania. Ambas de un marcado estilo Art Deco,  la primera situada diagonal a la casa de mercado  con detalles muy específicos. Blanca, con todas las comodidades de entonces, la segunda una quinta en la avenida Pulido Méndez, edificación que llamó poderosamente la atención. Una hermosa  sala, cocina empotrada estilo  Americcno.  Escalera de madera que conducía a la segunda planta. Especialmente me  gustaba una pared de bloques de cristal colocada estratégicamente, elemento decorativo que aportaba iluminación adicional. Incluía una elegante piscina de azulejos, canchas de Badmington y Tennis para el disfrute de sus moradores y como detalle adicional  en el garaje un enorme Cadillac  blanco perla.
A  una escasa cuadra de la Plaza Bolívar,  existía una casa muy  grande con  dos entrada, una por la calle y la otra lateral que daba a uno de los patios traseros de la vivienda, allí funcionó por un tiempo el  Colegio Los Andes, era una edificación solida construida haciendo juego al desnivel  del terreno,  amplios corredores, grandes habitaciones, techos altos coronados por tejas, gran patio central, se accedía a ella subiendo unas gradas algo empinadas desde donde los muchachos más osados saltaban yendo a caer casi en medio de la calle con el consabido regaño de nuestros queridos maestros.

A partir de 1958, aproximadamente,  comienza el auge de construcciones de platabanda, dos plantas y detalles ornamentales vanguardistas , principalmente ubicadas en los aledaños de la  avenida Las Américas antes Pulido-Méndez.

jueves, 12 de enero de 2012

CRÓNICA N.6

                                         LONDON BAR

Corrían los finales de los años 40 del siglo pasado, cuando un emprendedor, Raúl Losada Ramírez, mi tío Raúl,  abrió frente a la plaza Bolívar de Rubio: el London Barel  London como popularmente se le conocía. Años más tarde tomó las riendas del establecimiento mi amado padre Román Delgado  y fue de esta manera como gran parte de nuestra vida familiar estuvo ligada al negocio del entretenimiento y la buena mesa.                       
Era  el London  un local con mezcla de estilos, pisos enmosaicados, altos techos con cielo raso, canceles con vidrios coloreados, un gran estante de madera tallada y las vidrieras  o vitrinas donde nunca faltaron las exquisiteces y confituras salidas de los hornos de  Ana Julia y Delia Losada Ramírez.
Caracterizaba al local una suerte de heterogénea mixtura entre restaurante, licorería y heladería; quien vivió en Rubio en aquella época recordará los helados elaborados con toda  clase de frutas en deliciosas cremas que salían de los fogones de mi adorada madre, Elisa, y que  diligentes artesanos como Cruz Delia Chiquillo y Víctor Prato, preparaban  en las máquinas recién importadas por papá.
Era el epicentro de reunión de jóvenes y adultos, en las largas tardes de Agosto hermosas chicas que recién habían abandonado sus medias tobilleras, acudían en busca de un  refresco, un helado o un  Cinzano  para matizar las vacaciones.
La experta contadora Lolita Chiquillo me cuenta que muchas veces acompañada por gentiles caballeros se deleitabaescuchando:La Leyenda del Beso, Las Bodas de Luis Alonso  o La Barca en la colorida rockola, último modelo, ubicada en la mitad de la segunda sala.
Son muchas las vivencias en aquel lugar de mi niñez y como dice Jean Paul  Sartre :El recuerdo es el úunico  paríso del cual nunca podemos ser expulsados. Acá sólo referiré algunas anécdotas que permanecen vivas en mi memoria.
La primera vez que legó a  rubio la leche pasteurizada  Indosa   en envases  ultramodernos, en una tarde plomiza, jóvenes  Rubienses, acudieron con sus padres a adquirir la novedad láctea.
Mi vieja memoria recuerda, entre sueños, a una dama de la localidad que había sufrido un desengaño amoroso y lloraba sus desventuras escuchando los boleros grabados por  Carmen  Delia Dipiní,, rociados con heladas cervezas,
Ah,  el London, me dicen: todavía existe,  se niega a irse, ha pasado por diversas gerencias. Ahí está, me gustaría volver a él para sentir la presencia de mis padres que me enseñaron que la disciplina, la constancia y el buen trato son ingredientes indispensables para hacer una vida de bien.

CRÓNICA N.5

                                                               LAS VELADAS

   
    Una    costumbre de gran relevancia para la vida cultural de la cuidad, era la celebración con cierta periodicidad de actos culturales que para aquel entonces llevaban el sugestivo nombre de Veladas, consistían estos eventos en largas jornadas, creo que el nombre aludía justo a eso, se iniciaban a las 7.oo p.m. y se prolongaban hasta más allá de las 10. P.m. Donde se hacía gala de los talentos artísticos de la ciudad.
Es oportuno este momento para rendir emocionado tributo a la Srta. Ofelia Burgos, gran organizadora, coordinadora, productora, directora y presentadora de aquellos magníficos e inolvidables espectáculos.
Los más llamativos y sugerentes tenían lugar en las instalaciones de los colegios María Inmaculada conocido como el colegio de los padres y el de Nuestra señora del  Rosario,  el de las monjas.
Fueron emblemáticas y de muy grata recordación:  Jóvenes con gran entusiasmo prestaban su incipiente y particular talento para interpretar hermosas y suaves Barcarolas, declamar largos poemas alusivos a la patria, a la fe,  la madre y un largo etcétera; igualmente escenificaban algunas comedias breves de corte humorístico, algunas incipientes coreografías y unos cuadros  vivos en torno a temas religiosos o históricos, donde los participantes ataviados con trajes confeccionados por sus progenitoras, permanecían, estáticos , en profundo silencio representando con esmero conocidas escenas.
Revivo, ahora, uno que me impresionó consistía en una alegoría sobre la historia de genoveva de Bravante cuya puesta en escena fue una réplica muy similar a la aparecida en algunas revistas de Historia e Historia Sagrada de gran circulación entre los jóvenes, escena que la gran Ofelia se esmero al punto de construir una bella escenografía donde colocó estratégicamente un par de  venados, con tal perfección, que a lo lejos parecían reales. 
En algunas veladas, como en las de mi colegio Los Andes, además de la participación de los alumnos, era frecuente la participación de los representantes con talento musical, así una noche de especial gala  se presentaron al piano y tocando el violín, respectivamente, dos connotadas damas Dña. Ana Matilde Ramírez de Alarcón y Dña. Elizabeth Benhaimer.
En cierta  ocasión los más pequeños ensayaron una canción y un incipiente baile sobre la vida de las abejas, el día del acto, las abejas,  vestidas con trajes de franjas amarillas y negras  y tocadas con antenas de alambre, armaron gran barullo en medio de la canción  al punto de enredarse en las antenas y convertir la infantil coreografía en un caos de alambres entrelazados al punto de ameritar la diligente y oportuna intervención, del Ing. Werner Hornung, quien  -alicate en mano-  logró separar a las consternadas abejas mientras el público no atinaba sI reír o llorar ante semejante situación y por supuesto, los frustrados niños, bajaron llorando del improvisado escenario.
Los institutos públicos también hacían sus actos donde destacaba la presencia muy marcada del folklore venezolano fueron muchas las veladas  donde niños y niñas del grupo escolar Estado Sucre, en su enorme auditorio de altos techos, presentaban en atinadas puestas coreográficas: coloridos  Sebucanes, emplumados-en papel crepé-pájaros Guarandoles, atigradosChiriguares y variopintos Chimichimitos
Rubio no tuvo -que yo recuerde- hasta el 61, grupos de teatro aficionados ni profesionales, lo que si se manejó con bastante diligencia y seriedad fue lo que respecta a agrupaciones corales, memorables las de la normal Gervasio Rubio dirigida por el Profesor. Virgilio Emilio  Gamboa Ramóm y en su momento el grupo  los  Madrigalistas  magistralmente llevado por el Profesor Carlos Riazuelo, de origen hispano, uno de los mejores profesores  de Francés que tuvimos.
  

miércoles, 11 de enero de 2012

CRÓNICAS N. 4

EL LICEO

Hacia los años 54-55 del siglo pasado se inauguró en Rubio, la nueva edificación sede del liceo Carlos Rangel Lamus que funcionaba hasta la fecha como Colegio Federal de varones, luego como Colegio Federal, ubicado en una casa solariega del Cerro de las Flores.
La nueva edificación, construida sobre una pequeña colina, era un edificio moderno para la época, contaba con dos plantas, amplios salones y grandes pasillos por cuyos pisos de granito anduvimos, una y mil veces, felices durante nuestro bachillerato. Tenía un gran auditorio, laboratorios muy bien equipados y una biblioteca que ostentaba el nombre del ilustre Dr. Felipe Molina Larios. La edificación pintada de un llamativo color amarillo estaba rodeada de jardines muy verdes y extensos espacios libres con sus canchas deportivas.
Sería redundante enumerar todos los recuerdos que ahora evoco. A pesar de la nostalgia, comentaré algunas anécdotas que marcaron aquellos años.
Un hallazgo inesperado ocurrió, cuando en primer año, por accidente un avispado encontró en la biblioteca el Decameron del escritor medieval Giovanni Boccaccio ,que gran aventura era leer a escondidas durante los ratos libres, en la más apartada zona alejada de la vista de las autoridades, nos sentíamos transgresores de la moral ciudadana y jurábamos estar en presencia de las puertas de pecados mortales…dichosa edad Una anécdota muy personal: una mañana, cuando el director de turno ordenó el cierre de las acristaladas puertas a fin de que ningún alumno se pandeara, es decir, se jubilara de clase, una compañera de apellido Fuentes y yo acuciados por el hambre juvenil, resolvimos fugarnos por la única vía posible una pared de bloques ornamentales por la cual cabía una persona de contextura normal sucedió que mi amiga era algo rolliza y se trabó al momento de salir, estando en el empuja que te empuja nos halló el director y lo demás era previsible.
El auditorio además de utilizarse para las actividades culturales, hacía de gimnasio cubierto en los días de lluvia, recuerdo vivamente como un fuerte profesor de Educación Física de apellido Rodríguez nos preparaba para algo y nos hacia reptar por el piso que al final de la mañana quedaba relucientemente pulido con nuestras ropas y había que ver el estado lamentable de codos y rodillas.
Una de las más entrañables vivencias ocurrió cuando los mayores cursantes del cuarto año decidieron jugarle una inocente broma a una seria chica quien era la presidenta de la acción católica, para el reinado de carnaval, pero el destino se encargó de cambiar el rumbo de las cosas y así todo el liceo se enterneció ante la sencillez de aquella devota muchacha y ganó para su propio asombro, todos a una la aplaudíamos, la celebrábamos jubilosamente y sus traviesos compañeros diligentes se dedicaron con esmero a darle el momento más bello de su vida. La tarde de su coronación fue memorable, nunca había bailado y menos usado tacones altos, la experiencia más inolvidable de su vida, mas la recuerdo tímidamente feliz en su vestido blanco bailando el vals, bajo su gran capa de terciopelo rojo, con un plácido y medio asustado rostro encendido de vivos tonos rojizos …Conteniendo las lágrimas.

Fueron muchos los momentos especiales. En segundo año. Durante el periodo 57-58. Ocurrió mi primer acercamiento al mundo del arte. Para el momento el profesor Acare de Educación Artística, sugirió como libro complementario el Handbook of Art History –que gran encuentro, -que encuentro tan proverbial-. Andaba arriba y abajo con él manual, viendo una y otra vez las reproducciones de las obras de arte, de los principales museos del mundo. Era tanto el apego al libro que tuve que cambiarle el forro varias veces. Lo ensuciaba de tanto manosearlo, Cuando me iba a imaginar que durante mi vida estaría vinculado a las artes plásticas, al punto de llegar conocer artistas y críticos de carne y hueso. Ser luego subdirector y director de una emblemática Escuela de Artes Plásticas durante veintiún años.

Formar parte de la primera promoción de bachilleres de la ciudad era un orgullo que no nos cabía en el cuerpo. Fuimos privilegiados. Las diligencias del ilustre rubiense profesor José Vicente Sanguino Useche, director, y del profesor Gustavo de Jesús Mauriello ,subdirector, dieron sus frutos. Ya no tuvimos que emigrar para cursar el quinto año, que gran alegría, de eso ya cincuenta años,estoy el 2011.La noche luego del último examen final, nadie durmió. Celebrábamos de casa en casa brindando una y otra vez. Me parece ver a las muchachas en los autos de sus padres, llegaban donde estábamos reunidos, descorchaban burbujeantes botellas de champaña que consumíamos, con fruición, a pico de botella. Nuestros padres tampoco pegaron los ojos. Unos celebrando, otros al pendiente de que nada empañara aquella felicidad. Hasta cohetes repicaron esa noche, no sé a quien se le ocurrió. Así sucedió.

CRÓNICAS N. 3

LAS BELLAS

Algunas  fueron reinas del carnaval, otras de organizaciones y eventos de diversa procedencia, las más, simplemente, eran la representación de la galanura, señorío y encanto que siempre derrochó la mujer rubiense.
     Todas de hermosos rostros y  bien formados cuerpos de la época, se aprestaban presurosas y emocionadas a lucir las mejores galas, que laboriosas costureras y modistas insomnes, copiaban de las revistas los modelos que las actrices de moda llevaban con elegancia fílmica en las películas mejicanas y argentinas, que mostraban indistintamente los añorados teatros Cadenas y Astral a las 8.15 cada noche, sin falta.
        Como dije antes, sólo algunas tuvieron sus efímeros reinados, otras no, pero todas permanecen vivas como grato recuerdo de mi primera juventud.
     Como no acordarse de la dulzura y apacible simpatía de una Esperanza Gómez, apoyada tenazmente por el fuerte gremio de conductores; la serenísima belleza y grácil sonrisa de una Aura Celina Gutiérrez o la elegancia de esa impactante morena que fue Doris Rodrigo Alarcón, y hablando de Alarcones debo mencionar a 2 hermosísimas hermanas de altivo porte como fueron Mabel y Melania Alarcón Ramírez.
Mención aparte en este portafolio de belleza, la criolla  e impactante Afi Rodríguez Ferreira o la contagiosa alegría y desbordante sonrisa de Ana Julia  Gutiérrez Carvajal, dos profundamente bienamadas por toda mi familia.
La trillada frase hecha recordar es vivir se patentiza al traer al presente a la hermosa Cecilia Padilla Hurtado, llanera de nacimiento.  rubiense por propia decisión, y verla majestuosa en su carroza  repartiendo azucaradas sonrisas en las tardes de febrero.
     Dejar de nombrar a mi prima Gaudis  Elena Peñuela Pulgar, que llevó en su frente la corona que un día los liceístas escogimos para ella, sería omisión negadora de los días despreocupados  del bachillerato.
     Bella entre las bellas, dulce y amorosa Gladyz Aminta Gutiérrez Rincón, en solo dos cuadras desbordaba donaire y simpatía, al caminar con garbo hasta la farmacia  Central.
      Como omitir a la espigada morena Livia Rosa Niño Castellanos, su contagiosa alegría y carcajada sonora fueron alma y esencia de inolvidables veladas musicales en su hogar.
     Otra bella morena, apacible, Gladyz Bermúdez, memorable la competencia por el reinado de un conocido establecimiento escolar, en franca lid de hermosura con una linda rubia de ojos claros cuyo nombré extravié en la  trastienda de mi memoria.
   Pido excusas a aquellas que se me escapan involuntariamente más creo que con las anteriormente descritas rindo emocionado tributo a las mujeres de mi pueblo, haciendo votos por que todas hayan tenido una vida placentera y su descendencia conozca en  mis palabras lo que significaron en su momento.

martes, 10 de enero de 2012

EN RUBIO N.2

LA SEMANA SANTA
    Cada año el largo y triste gemido de las chicharras , un cambio de clima que traía temperaturas más altas que de costumbre y la calima que cubría todo eran el preámbulo de la inminente llegada de la Semana Santa o como se vino a llamar después La semana Mayor. Era una época de gran preocupación para los más pequeños por la conseja de que quien se bañara en Viernes Santo se convertiría en pez, todo el tiempo nos las ingeniábamos para tratar de evadir el baño cotidiano a fin  de evitar la terrible metamorfosis, nunca constatada en algún ser conocido o, por conocer.
   Recuerdo con gran nostalgia las procesiones con cierto aire  español que los sacerdotes Dominicos de la parroquia, todos de origen hispano, organizaban para las solemnidades prepascuales. Nos llamaba mucho la atención y era motivo de especulaciones infantiles cuándo sería el momento en que el Jueves Santo morirían las campanas. Era el esperado cambio del tañer de aquellos bronces por un sonido  áspero y seco llamado la matraca  utilizada para llamar a los fieles a los diferentes oficios religiosos.
     Una costumbre, no sé su actual destino, era la participación de niños de reconocidas familias, vestidos con túnicas de satén comprado a la carrera donde las Srtas. Fernández, Don Tirso Lara o en la Circasiana de Don Carmelo  Rodríguez, cómodamente calzados con rústicas alpargatas  fabricadas por acuciosos artesanos,  aquellos niños, entre contenidas  sonrisas y cuchicheos, protagonizaban junto al oficiante de turno la escena bíblica del Lavatorio.
 Mi memoria me lleva hasta el viernes, día luctuoso y de gran recogimiento donde hacia las horas vespertinas se congregaba toda la gente vestida de rigurosos colores negro, violeta o blanco para acompañar la procesión del Santo Sepulcro hasta la  capilla del hospital Padre Justo. Recuerdo con especial cariño un año cuando una hermosa joven, amiga de mi familia, vino desde la capital de la república a disfrutar de las vacaciones y por supuesto no estaba preparada con las respectivas ropas de luto, lo cual dio motivo para que las beatas y los más conservadores criticaran con airadas voces la vestimenta de aquella despistada chica.
     La noche del viernes era de un marcado sentimiento de tristeza, muchos iban a Santa Bárbara a cumplir con la devoción anual de rezar los 33 Credos diestramente marcados ,uno a uno, en hojas de la palma bendita recogida el Domingo de Ramos .Las mujeres de rigurosas mantillas acompañaban por las oscuras calles a una desesperada y muy sevillana imagen de la Virgen de los Dolores, era la procesión de la Soledad, las fieles con sus  velas y cirios encendidos iban haciendo sus plegarias por el hijo de aquella que atribulada buscaba en vano los restos del mártir. A la par de este recogimiento muchos zagaletones se entretenían haciendo que muchas tropezaran y con el movimiento, casi siempre, se originaba un pequeño incendio en la cabeza de alguna desprevenida feligresa.
      El sábado, era más tranquilo, respirábamos un aire de calma al enterarnos de que ningún poblador había sufrido la Kafkiana transformación. Los oficios eran por la noche y se desenvolvían en la acostumbrada liturgia de la bendición del agua y del fuego, aderezada con la sempiterna advertencia del párroco de no llevar las matas de sábila para el templo, y de esta manera espantar la superchería.
     El domingo de pascua  era de gran regocijo, generalmente, el ambiente ayudaba, la calima desaparecía como por cosa de magia, el paisaje era espléndido, todos vestíamos alegres ropas para esperar la entrada triunfal del resucitado cuya imagen, donación generosa de un acaudalado empresario del café y traída recientemente desde la lejana Italia,  hacia su aparición a golpe de las  diez u once de la mañana.
      El lunes volver a  la cotidianidad, comentar en los pasillos del colegio Los Andes nuestras experiencias vacacionales y prepararnos para entrar en la recta final del, año escolar.

CRÓNICAS DE RUBIO. N. 1

LA CAMPIÑA

    Uno de los recuerdos que guardo con entrañable amor es la ingente cantidad de experiencias vividas en la hacienda La Campiña.
     Pertenecía esta heredad a la familia de mi padrino Don. Jorge Niño, hombre de recia personalidad y fuertes convicciones, trabajador incansable. L a hacienda está ubicada a escasos kilómetros de la ciudad, enclavada entre verdes colinas y montañas verde-azuladas donde predominaban los cultivos de café y caña de azúcar.
    Durante la época de la cosecha del café, acudíamos todas las tardes para hacer compañía al pater familiae o a su digno hermano Don. Marcos, mientras efectuaban labores propias de peso y control del grano recogido por jornaleros  estacionales, en alegres faenas amenizadas con canciones de sus diferentes orígenes, labor que cumplían tenazmente en los extensos plantíos bajo inmensos árboles de dulces guamas. Cuando no hacía mucho frío, nos atrevíamos a introducirnos en el gran tanque que recibía las aguas directamente de la quebrada y chapoteábamos hasta quedar morados.
    Contaba el predio con un espacio cercado totalmente sembrado de naranjas Californias, lo recorríamos en tropel en busca de las frutas de ombligo más grande por ser muy jugosas y de mejor sabor, claro manteniendo una cierta alerta ante la súbita aparición de alguna extraviada serpiente.
El retorno a casa era a la hora del ocaso cuando un sol cansado Iluminaba las nubes que en varios tonos de naranjas y ocres poblaba el cielo de arreboles antes de oscurecer; era la hora de cantar, en la parte posterior de la camioneta, nos desgañitábamos para ver quién  lo hacía más fuerte y entonábamos los consabidos y recordados había una vez un Barquito chiquitico…” y la interminable salmodia, al derecho y al revés de: Un elefante se balanceaba… hasta quedar roncos de tanto grito.
Hubo ocasiones muy especiales, se organizaban paseos con el almuerzo incluido, se preparaba en grandes calderos donde se cocían las  verduras, las carnes y las enormes gallinas No olvidaré, ahora, el postre vespertino cuando de las pailas del ingenio se extraía la melaza hirviendo y que batida por expertas matronas tomaba el punto exacto y se convertía en rubias melcochas para nuestro deleite y también de los mayores quienes las disfrutaban sobre perfumadas hojas de naranjo.
Fue una época plácida, cuando aún no salíamos de la primaria, el país y la ciudad vivían tranquilamente y la familia y los amigos eran verdaderamente importantes.

sin título-

UN CREPÚSCULO LENTO, EXTRAÑO DE ARREBOLES...ALGO MONÓTONO MARCA EL ÉXODO DEL DÍA; EL LAGO SIN NAUFRAGIOS, SIN BRILLO, APENAS RECIBE EL BESO DE UNAS AVES QUE CON RETRASO MARCAN LA HORA DE LAS ESTRELLAS MARACAIBERAS...
MI TRANSPARENTE CIUDAD DE AÑOS Y DE AMORES, DESPROVISTA DE DANZAS Y CANTOS SE RETITA DESPACIO HACIA UNA PAZ MERECIDA, AÑORADA...INTERRUMPIDA A RATOS POR LA PRISA  DE SIRENAS QUE  APAGAN INCENDIOS EN SUS RIBERAS. MARACAIBO 10 DE ENERO DE 2012. J.F.D.A.