miércoles, 11 de enero de 2012

CRÓNICAS N. 4

EL LICEO

Hacia los años 54-55 del siglo pasado se inauguró en Rubio, la nueva edificación sede del liceo Carlos Rangel Lamus que funcionaba hasta la fecha como Colegio Federal de varones, luego como Colegio Federal, ubicado en una casa solariega del Cerro de las Flores.
La nueva edificación, construida sobre una pequeña colina, era un edificio moderno para la época, contaba con dos plantas, amplios salones y grandes pasillos por cuyos pisos de granito anduvimos, una y mil veces, felices durante nuestro bachillerato. Tenía un gran auditorio, laboratorios muy bien equipados y una biblioteca que ostentaba el nombre del ilustre Dr. Felipe Molina Larios. La edificación pintada de un llamativo color amarillo estaba rodeada de jardines muy verdes y extensos espacios libres con sus canchas deportivas.
Sería redundante enumerar todos los recuerdos que ahora evoco. A pesar de la nostalgia, comentaré algunas anécdotas que marcaron aquellos años.
Un hallazgo inesperado ocurrió, cuando en primer año, por accidente un avispado encontró en la biblioteca el Decameron del escritor medieval Giovanni Boccaccio ,que gran aventura era leer a escondidas durante los ratos libres, en la más apartada zona alejada de la vista de las autoridades, nos sentíamos transgresores de la moral ciudadana y jurábamos estar en presencia de las puertas de pecados mortales…dichosa edad Una anécdota muy personal: una mañana, cuando el director de turno ordenó el cierre de las acristaladas puertas a fin de que ningún alumno se pandeara, es decir, se jubilara de clase, una compañera de apellido Fuentes y yo acuciados por el hambre juvenil, resolvimos fugarnos por la única vía posible una pared de bloques ornamentales por la cual cabía una persona de contextura normal sucedió que mi amiga era algo rolliza y se trabó al momento de salir, estando en el empuja que te empuja nos halló el director y lo demás era previsible.
El auditorio además de utilizarse para las actividades culturales, hacía de gimnasio cubierto en los días de lluvia, recuerdo vivamente como un fuerte profesor de Educación Física de apellido Rodríguez nos preparaba para algo y nos hacia reptar por el piso que al final de la mañana quedaba relucientemente pulido con nuestras ropas y había que ver el estado lamentable de codos y rodillas.
Una de las más entrañables vivencias ocurrió cuando los mayores cursantes del cuarto año decidieron jugarle una inocente broma a una seria chica quien era la presidenta de la acción católica, para el reinado de carnaval, pero el destino se encargó de cambiar el rumbo de las cosas y así todo el liceo se enterneció ante la sencillez de aquella devota muchacha y ganó para su propio asombro, todos a una la aplaudíamos, la celebrábamos jubilosamente y sus traviesos compañeros diligentes se dedicaron con esmero a darle el momento más bello de su vida. La tarde de su coronación fue memorable, nunca había bailado y menos usado tacones altos, la experiencia más inolvidable de su vida, mas la recuerdo tímidamente feliz en su vestido blanco bailando el vals, bajo su gran capa de terciopelo rojo, con un plácido y medio asustado rostro encendido de vivos tonos rojizos …Conteniendo las lágrimas.

Fueron muchos los momentos especiales. En segundo año. Durante el periodo 57-58. Ocurrió mi primer acercamiento al mundo del arte. Para el momento el profesor Acare de Educación Artística, sugirió como libro complementario el Handbook of Art History –que gran encuentro, -que encuentro tan proverbial-. Andaba arriba y abajo con él manual, viendo una y otra vez las reproducciones de las obras de arte, de los principales museos del mundo. Era tanto el apego al libro que tuve que cambiarle el forro varias veces. Lo ensuciaba de tanto manosearlo, Cuando me iba a imaginar que durante mi vida estaría vinculado a las artes plásticas, al punto de llegar conocer artistas y críticos de carne y hueso. Ser luego subdirector y director de una emblemática Escuela de Artes Plásticas durante veintiún años.

Formar parte de la primera promoción de bachilleres de la ciudad era un orgullo que no nos cabía en el cuerpo. Fuimos privilegiados. Las diligencias del ilustre rubiense profesor José Vicente Sanguino Useche, director, y del profesor Gustavo de Jesús Mauriello ,subdirector, dieron sus frutos. Ya no tuvimos que emigrar para cursar el quinto año, que gran alegría, de eso ya cincuenta años,estoy el 2011.La noche luego del último examen final, nadie durmió. Celebrábamos de casa en casa brindando una y otra vez. Me parece ver a las muchachas en los autos de sus padres, llegaban donde estábamos reunidos, descorchaban burbujeantes botellas de champaña que consumíamos, con fruición, a pico de botella. Nuestros padres tampoco pegaron los ojos. Unos celebrando, otros al pendiente de que nada empañara aquella felicidad. Hasta cohetes repicaron esa noche, no sé a quien se le ocurrió. Así sucedió.

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